Francia y EEUU conceden ayudas a la electrificación de su industria. Los sindicatos, las regiones y las eléctricas demandan un plan para la transición
La industria consume un tercio de toda la energía mundial, y la generación de calor representa las tres cuartas partes de esa cantidad. Todo esto hace que la industria sea una fuente mayor de emisiones de gases de efecto invernadero que la generación de energía o el transporte. ¿Pero cuál es la penetración de la electricidad en un sector que demanda tanta energía? Menor que la esperada.
La electricidad representa el 32% de la energía de la industria. En los edificios supone un 33% y solo un 2% en el transporte. Sin embargo, en todos los subsectores de la industria la demanda de electricidad va a dispararse, sobre todo en la producción de cemento y petroquímicos, donde se triplicará con creces (de 2.000 teravatios hora a 7.000 TWh).
En 2050, las producciones de acero y aluminio requerirán casi un 20% más de electricidad respecto a la que necesitaban antes de la pandemia. Otras industrias, como el papel y la celulosa, duplicarán sus necesidades de electricidad hasta 2050 (según BNEF, la división de Bloomberg sobre energía).
Alrededor del 50% del calor utilizado en la industria se produce por la quema directa de combustibles fósiles y sólo ese 32% citado proviene de la electricidad. Los procesos de alta temperatura también podrían electrificarse. De ese modo, únicamente con el uso de hornos de arco eléctrico para la producción de acero la demanda de electricidad en el sector se duplicaría, pasando de 9.616 TWh en 2019 a más de 21.000 TWh en 2050.
La necesidad de electrificar la economía es un mantra del Gobierno, que sabe de la urgencia de invertir en redes eléctricas para evitar el colapso de las renovables, acelerar el desarrollo de la red de carga de coches eléctricos y dar un empujón a la conexión de la gran industria a la red para descarbonizarse. Sin embargo, el incremento de las inversiones en redes sigue bloqueado y la electrificación de la industria avanza a paso lento.
Mientras en en Francia y Estados Unidos se han anunciado medidas para ayudar a la industria a reducir su huella de carbono y son ya algunas industrias en el mundo que han iniciado el camino hacia la electrificación. España sigue sin apoyar a la industria. Por ejemplo, el PERTE de descarbonización industrial, dotado con 3.100 millones de euros, focalizado en la reducción de emisiones de carbono en el sector industrial, ha atraído a doce proyectos de cementeras, con una inversión de 234,7 millones de euros, que permitirían evitar la emisión de 572.000 toneladas de CO2 al año, apenas el 10 % de las emisiones de las empresas solicitantes.
Hasta ahora se creía que la descarbonización de gran parte de las industrias sería difícil por su dependencia del gas o el petróleo, especialmente en sectores que requieren altas temperaturas como la industria química o la producción de materiales como el acero o el cemento.
800.000 millones de inversión
Sin embargo, la caída de los costes de la energía renovable y el aumento de su disponibilidad están a punto de cambiar este paradigma convirtiendo la electricidad en una alternativa viable que puede relegar definitivamente a los costosos y contaminantes combustibles fósiles. Además, la innovación en tecnologías como las bombas de calor industriales está favoreciendo un uso más eficiente de la electricidad en procesos complejos.
Empresas de diversos sectores muy intensivos en consumo de combustibles fósiles –desde la industria química hasta la minería– están explorando y ya utilizando la electrificación como una alternativa para reducir sus emisiones de carbono, aunque falten infraestructuras de redes, como ha quedado de manifiesto en el ultimo informe de la European Round Table, que habla de 800.000 millones de euros mínimos necesarios en inversiones en redes.
Dos ejemplos: Roca y BASF
Para observar que la electrificación de la industria pesada es posible bastan algunos ejemplos de grandes compañías europeas. La española Roca o la germana Basf, entre otras, están cambiando el gas y el fuel por la electricidad.
Basf, el mayor grupo químico del mundo, ha sido una de las primeras corporaciones en afrontar la transición verde. El grupo alemán, que tradicionalmente utiliza combustibles sólidos para los procesos de fabricación que requieren altas temperaturas, concentraba hasta hace poco en su fábrica de Ludwigshafen el 4% del consumo de gas de todo el país.
Basf ha hecho una apuesta inequívoca por la electrificación de sus procesos al firmar un acuerdo con la química saudí Sabic y la ingeniería europea Linde para desarrollar un horno eléctrico que pueda generar suficiente calor para las reacciones químicas que representan la médula espinal de su negocio.
En España, el grupo Roca quiere demostrar que la electrificación puede ser una solución sostenible para industrias tan complejas e intensivas en el uso de energía y la emisión de carbono como la de la cerámica.
El líder mundial de la fabricación de sanitarios ha reemplazado un antiguo horno de gas de su fábrica austriaca de Gmunden por uno eléctrico en una significativa iniciativa que puede marcar la transformación del sector.
De hecho, otros grandes fabricantes de materiales de construcción y cerámicas que utilizan hornos de altas temperaturas observan atentamente el movimiento del gigante catalán.
Apuesta de EE UU y Francia
Mientras, el departamento de Energía de Estados Unidos acaba de anunciar un paquete de financiación de 6.000 millones de dólares para la descarbonización de 33 proyectos industriales altamente intensivos en energías fósiles. Las industrias seleccionadas están en sectores como la química y el refino, el cemento, el hierro, el acero y otros metales, la industria del vidrio o el papel.
Por su parte, el Gobierno francés ha firmado recientemente un contrato con las empresas de los 50 grandes polos industriales del país para ayudarles a reducir emisiones. Se trata de un plan de inversiones anticipadas para apoyar a la industria en este desafío. Desde grupos siderúrgicos como Arcelor a cementeras como Lafarge, el contrato francés les asegura ayudas, formas alternativas de energía e infraestructuras para reducir al menos un 45% de aquí a 2030 sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Mientras, en nuestro país, las eléctricas, las comunidades autónomas y la industria piden prioridad para proyectos industriales en el acceso a la red eléctrica dentro de la modificación puntual a la Planificación de electricidad con horizonte 2026 lanzada recientemente a información pública por el Ejecutivo. Desde el sector energético se alerta desde hace tiempo de que las actuales redes eléctricas y puntos de conexión no son suficientes para las nuevas necesidades surgidas de la demanda industrial (electrolizadores o nueva demanda, pero también centros de datos) y se presiona para las suprimir trabas burocráticas.